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Defensores de la ciudadela.

  ?La selva se defiende?, pensaba Nava’rel una y otra vez, a medida que se adentraba más y más en sus dominios. El hambre rugía en su vientre plano. Llevaba horas buscando una presa, agotada de los mangos que no le daban energía suficiente para la travesía.

  La necesidad de sustento la obligó a seguir adentrándose en la jungla, atravesando el difícil terreno con una habilidad que aumentaba con cada paso, mientras recorría los caminos embarrados y el intrincado ramaje de los árboles.

  ?Estoy demasiado lejos de casa, y aquí no hay nada de alimento. La maldita selva aleja a las presas de los lugares por los que voy a pasar?.

  Lo sabía. En su mente tenía encriptado el conocimiento del Mundo, y a medida que crecía y aumentaba de niveles, la arpía deducía con más precisión el entorno que la rodeaba. La selva era una entidad viviente, y sentía que ella pertenecía a la ciudadela que, poco a poco, crecía en sus dominios como un hongo de mármol gigante.

  La jungla era una mente colmena que controlaba a todas las criaturas que la habitaban, vegetales o animales, y las movía por el mapa a su favor. Y en mi contra.

  Habían pasado al menos dos días desde que se alimentara de un cervatillo de los pantanos. Aunque lo había devorado hasta la médula, dejando al pobre ser en los huesos, el anhelado nivel once no llegaba. Agotada de su viaje en la selva, cuya densa oscuridad no le permitía rastrear a otras criaturas, Nava’rel hizo una pausa para revisar su barra de experiencia.

  Puntos de experiencia necesarios para el siguiente nivel: 34.712.

  Usó sus garras para cambiar de menú y dirigirse al apartado de habilidades.

  Próxima habilidad por desbloquear: Sigilo. Nivel requerido: 11.

  Esta habilidad te permite entrar en invisibilidad parcial cuando estés cerca de estructuras sólidas, como árboles o edificios. Los otros PJs o criaturas solo podrán verte cuando los ataques, o si portan un ítem de revelación.

  Nava sabía que aquella habilidad le facilitaría mucho las cosas, y había estado guardando sus puntos de habilidad para aumentar el nivel al máximo. Pero si no conseguía alimento suficiente, nunca llegaría a usarla.

  ?Diosa Tláloc, ayúdame?, pensó mientras cerraba los ojos y ponía todo su enfoque en sus otros sentidos.

  De pronto, como si la diosa la hubiera escuchado, percibió con sus orejas puntiagudas el sonido de una corriente, lejos, en el oriente, en la profunda selva inexplorada.

  ?Agua. El agua es vida. Tiene que haber presas cerca?.

  Con la velocidad de una asesina, avanzó por el difícil terreno, cada vez más lejos de su hogar, de su padre Leye. Era el todo por el nada. Siguió avanzando hasta que llegó al río. Aunque sus ojos no le permitían ver lo que había debajo de la superficie, sus oídos y su instinto le ayudaron a detectar una babilla flotando entre troncos.

  No sabía cuándo volvería a ver otra presa. Nava apenas tenía energía. No podía fallar.

  Saltó al agua con la certeza de un jaguar y clavó sus garras en la piel del reptil, que comenzó a debatirse con fuerza contra su repentina atacante.

  El mundo se transformó para Nava mientras se aferraba al lomo del animal, y las profundidades del río la absorbían.

  ?No tengo mucho tiempo. Si no acabo con este bicho pronto, otros depredadores podrían venir por mí. Estoy en terreno mortal?.

  Aunque no estaba en su elemento, y la falta de respiración drenaba su maná, la caída había sido letal, y tenía sus zarpas engarzadas en la nuca del peque?o reptil. Se aferró a ellas con fuerza y, al final, consiguió desangrarlo, volviendo a la orilla sin soltar a su merecida presa.

  En cuanto recuperó su aliento, se elevó a la copa de un enorme olmo y la devoró con desesperación, como si algún felino hambriento pudiera caer sobre ella en cualquier momento. Eran muchos los jaguares que se escondían en las sombras, y con los que tenía que competir por las limitadas presas.

  Después de la cena, había acortado la barra de experiencia, pero seguía sin alcanzar el nivel once. Su barra de maná también había aumentado a un cuarto, pero no le alcanzaba ni siquiera para volver a los pozos cristalinos que rodeaban al núcleo padre.

  ?Estoy demasiado lejos. No me queda de otra que buscar presas más grandes hasta llenarme de maná de nuevo?, pensó mientras descansaba de la merienda, lista para seguir explorando la selva inhóspita.

  Pero su corazón se detuvo por un segundo cuando vio que unas extra?as chozas aparecían de color amarillo en la parte más oriental de la selva en el minimapa, que ahora había desbloqueado. Había al menos tres, y brillaban como peque?os puntos amarillos en medio del “mar” verde de la interfaz.

  Eso solo podía significar una cosa. Había gente cerca. El conocimiento universal del Mundo le envió el recuerdo de un pueblo que habitaba las más densas profundidades de la selva de Naxtul. Justo hacia donde se dirigía.

  Según las leyendas, se trataba de un pueblo de seres de estatura media, que combatía con torres escudo y lanzas, y cuyos seres se movían en la selva como nómadas, como lo harían las bandadas de tiburones a lo largo de los Siete Mares.

  Según el recuerdo colectivo que asaltó la mente de la arpía, sus gentes a duras penas vestían ropas para cubrir sus partes íntimas, y eran guerreros feroces en lo profundo de la jungla, pero prácticamente inútiles en los valles y los lugares de campo abierto.

  Mientras anochecía y la poca luz que penetraba en el techo selvático le indicaba a Nava que era hora de seguir buscando presas, la arpía descendió del enorme árbol y comenzó a avanzar entre el denso ramaje.

  Tenía dos opciones: seguir derecho hacia el oriente, arriesgándose a ser vista y atacada por los exploradores que, con toda seguridad, acechaban en la oscuridad como felinos implacables, o desviarse un poco hacia el norte, donde los terrenos eran más vastos y tendría que moverse más, pero con opciones de encontrar más presas.

  Al final, se decantó por la segunda opción. Seguir hacia el este resultaría un suicidio en el mejor de los casos.

  Casi había vuelto a salir el sol y estaba rompiendo el alba cuando Nava’rel encontró su siguiente víctima: un cerdo montés de colmillos descomunales que se acercaba a un diminuto arroyo a saciar su sed. La arpía percibió un letargo ligero en el animal, que seguramente había terminado de pastar, y no se percató de su presencia.

  Sin la habilidad de “sigilo” obtenida, pero con la sagacidad de una depredadora ya experimentada, Nava esperó en un arbusto cercano y, con movimientos imperceptibles de asesina, se ubicó en la espalda del animal. Con el maná en ascuas y la energía justa, Nava saltó sobre el poderoso animal, engarzándose a su lomo peludo, como había hecho con el reptil. El cerdo montés se debatió con fuerza, pero era poco lo que podía hacer con sus enormes colmillos, ya que su combatiente estaba anclada a su espalda. Después de un rato de forcejeos, el rendido animal se limitó a berrear mientras Nava comenzaba a destruir el lomo a base de mordiscos fuertes, gastando sus últimas reservas de maná en el proceso.

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  Al final, lo consiguió, y el cerdo murió con un desgarrador aullido mientras Nava comenzaba a arrastrar el cadáver hacia la maleza para terminar de comerlo.

  Esta vez tardó varias horas en engullir hasta el último pedazo de carne.

  Cuando terminó, su interfaz explotó con la anhelada notificación que tanto llevaba esperando.

  Nava’rel, La sombra alada del bosque: Has alcanzado el nivel 11. Tu maná aumenta al máximo. Has aprendido una nueva habilidad: Sigilo.

  Con la emoción de una ni?a peque?a, Nava destinó todos los puntos de habilidad con movimientos rápidos de sus garras sobre la pantalla de la interfaz.

  El letargo comenzó a apoderarse de ella, y sabía que no podría moverse en varias horas mientras digería la carne del jabalí, cuyos huesos yacían desperdigados a su alrededor.

  Mientras se empezaba a quedar dormida, reflexionó en la descomunal selva que la rodeaba y su infinita sabiduría.

  ?Quiere que las criaturas que la recorren se esfuercen por obtener sus preciados recursos. Esto le ayuda, al mismo tiempo, a mantener el equilibrio de su ecosistema, permitiendo solo a los depredadores más sagaces sobrevivir, sin dejar que sus herbívoros sean exterminados sin más?.

  Pronto se entregó al descanso a la sombra de una palmera gigante, mientras sus sue?os se plagaban de un pueblo que habitaba en lo profundo de la selva, cuyos moradores comenzaban a acechar desde las sombras.

  **********

  Leye observó la ciudadela vacía a su alrededor. Como un hongo creciendo entre el musgo, los edificios de mármol se hacían cada vez más numerosos.

  El enorme coliseo se extendía sobre las casas y los pozos de maná como un galeón rodeado de esquifes.

  ?Tan majestuoso, pero tan desocupado?, pensó, observándolo desde uno de los olmos que más visión le otorgaban del terreno. ?Salvo por los bonobos y las guacamayas, este lugar se siente abandonado. Hasta los edificios están comenzando a ser devorados por la maleza?. Se fijó en las ramas voraces trepadas en los edificios blancos.

  Cada tanto recibía oleadas de experiencia de los héroes vinculados, en especial de Yowo, que era la más eficiente. Por lo demás, todo era soledad.

  Mientras observaba la inmensidad del mundo verde y marrón que se extendía más allá del poblado abandonado, se sintió más prisionero que nunca.

  Los héroes deberían estar allí, usando sus puntos de maná para hacer crecer más edificios, o traer aliados, comerciantes, soldados y otros humanos con toda clase de oficios para habitar las casas invadidas por los monos. Pero, en lugar de eso, estaban lejos, explorando el mundo, mientras él seguía encerrado en su cuerpo rocoso, confinado en aquella fortaleza descomunal.

  Los bonobos se movían por los caminos embarrados de forma desordenada, ba?ándose con impunidad en los pozos cristalinos de maná y regando cáscaras de bananas por doquier.

  Pero era poco lo que podía hacer. No podía controlar a sus aliados, y su única esperanza era que no resolvieran abandonarlo o traicionarlo.

  Ni siquiera su propia hija, Nava’rel, era del todo suya. Si bien podría sugerirle algunos pensamientos, ya que estaba conectada de un modo más profundo a Leye que los demás, era un ser tan independiente como Nilu y los otros, y en ese momento se encontraba en algún lugar remoto.

  ?Si un grupo de forajidos encuentra mi posición, les faltaría un campesino y un luchador de nivel uno para conquistarme. Literalmente no cuento con defensas, salvo estos cuatro arqueros de piedra a mi alrededor, tan anclados al suelo como yo?.

  Por suerte, su condición inmóvil no le impedía del todo aportar crecimiento a sus terrenos.

  Después del encuentro entre Nava y Yowo en el altar del Templo, peque?as esferas flotantes de maná habían quedado en el interior del recinto sagrado, y pronto comenzaron a tomar forma sobre el altar.

  Leye supo que, de algún modo, debía destinar todo el maná a aquel brillo incipiente, que solo podía significar el nacimiento de una nueva criatura.

  De pronto, una notificación se desplegó ante sus ojos en lo profundo de la mazmorra infestada de serpientes donde yacía su cuerpo rocoso.

  Tu criatura Nava’rel ha aumentado de nivel. Has obtenido 700 puntos de experiencia.

  Tu nivel de mazmorra ha aumentado a 15. Tienes derecho a un nuevo monstruo.

  El cuerpo de roca de Leye se estremeció ante la emoción de las nuevas opciones que se desplegaban en la interfaz. Las leyó con detenimiento.

  Elige un nuevo monstruo:

  


      


  •   Zar Quar: Guerrero Jaguar. Este feroz ser con rostro felino y cuerpo de humano ostenta la fuerza de quince gorilas y puede blandir una maza capaz de derribar al más fuerte de los enemigos de un golpe certero.

      Tipo: Guerrero tanque con bonificación de asedio. Ideal para el combate cuerpo a cuerpo, aunque débil contra enemigos de rango.

      


  •   


  •   Navira Flecha de Escamas: Esta feroz arquera bruja anfibia, además de ralentizar a sus enemigos con sus flechas tipo agua, ostenta habilidades de da?o en área que pueden cambiar el curso de una batalla.

      Ideal para una defensa certera, aunque requiere altos costos de maná y es lenta y vulnerable cuerpo a cuerpo.

      


  •   


  Leye sopesó las opciones. Una naga siempre podía resultar útil, y no estaba sobrado en unidades que hicieran da?o a distancia. Solo Naya y Vidul atacaban desde lejos.

  Aún así, decidió guiarse por su instinto. No contaba con un guerrero de vanguardia lo suficientemente fuerte como para contener una arremetida. Nilu y Yowo eran espadachines experimentados, pero eran del tipo berserker, por lo que su ataque resultaba más efectivo por el flanco y en etapas más avanzadas del combate. Resultaría arriesgado ponerlos a combatir en el inicio de una contienda.

  Nava’rel, por su parte, era una asesina que se beneficiaba más de atrapar objetivos aislados desde las sombras y evitar batallas a toda costa.

  Eligió al guerrero jaguar.

  ?Has elegido la opción de Zar Quar, Defensor de la Pirámide! Tu monstruo cobrará vida en unas cuantas horas.

  De inmediato, vio cómo el altar en lo profundo del templo de su madre comenzaba a brillar. La energía cobró la forma de un guerrero fornido y felínico, cuya piel peluda y moteada de colores oscuros flotaba sobre el altar circular.

  Leye observó maravillado su nueva criatura. Aunque no competía en belleza con Nava, su cuerpo robusto y sus colores selváticos le daban un aspecto masculino que llenaba de orgullo al núcleo.

  Sus piernas humanoides con garras felinas estaban cubiertas por un pantalón de cuero, y una cola larga crecía sobre su trasero fornido.

  A medida que las horas pasaban, unas armas aparecieron alrededor de la criatura. Leye abrió las incipientes notificaciones para ver de qué se trataba el arsenal que acompa?aba a su nuevo monstruo.

  


      


  •   Maza del Minotauro Mitológico: Perdido en los anales del tiempo, este poderoso artefacto indestructible es capaz de romper armaduras de cualquier material. Bonificación de ataque contra estructuras.

      


  •   


  •   Yelmo del Dios de la Guerra Emplumado: Este hermoso casco de obsidiana aumenta la armadura y vida de su portador en 500 puntos. Los cabezazos del portador ralentizan a sus enemigos por siete segundos.

      


  •   


  •   Cota de Malla Impenetrable: Este elemento vuelve a su portador invulnerable al da?o cuerpo a cuerpo, aunque tiene menos cinco puntos de resistencia mágica.

      


  •   


  Leye observó asombrado las armas de su nuevo monstruo. Nava no había traído armas consigo en el momento de su nacimiento, salvo sus garras certeras y codos afilados.

  En cambio, el antropomorfo que dormía con tranquilidad en ese momento, con un aura brillante en el templo de su madre, sí que venía equipado. Tenía que ser por el aumento de su nivel como mazmorra.

  Se fijó en el yelmo. Los colores de la obsidiana brillaban entre el verde y el negro de forma intermitente, con acabados de madera de olmo sobre los orificios de los ojos, así como la propia cota, con espinas de púas en todo el peto. Sin duda, debía haber pertenecido a algún dios por su belleza.

  La maza era de aspecto más rústico, de color naranja oscuro con ligeras manchas de sangre que no se habrían limpiado con el pasar de los eones, pero que le daban un aire amenazante.

  A la ma?ana siguiente, después del reposo de Leye, el ser cobró vida. Gateó sobre el suelo mientras miraba hacia todas partes, aturdido.

  Al final, se levantó y tomó como por instinto la maza que yacía frente a él sobre el suelo de mármol. La probó con un par de estocadas al aire.

  Después, se atavió con el yelmo y la cota.

  Como por instinto, caminó con pasos ruidosos hacia la salida del templo y se dirigió al castillo principal de la mazmorra. Penetró hasta el calabozo donde yacía Leye, mientras las serpientes salían aterrorizadas ante su presencia.

  —Es un placer conocerte, padre. Estoy aquí para defender tus dominios de nuestros enemigos —dijo tras arrodillarse ante su cuerpo rocoso.

  Leye pensó que el yelmo que tenía el guerrero felino de pelaje oscuro, como de pantera, era aún más bello cuando se veía tan cerca. Pero una nueva notificación lo distrajo del casco de su nuevo monstruo.

  Notificación de coliseo:

  Ahora tienes vinculadas al núcleo más de cinco criaturas, lo que te permite acceder a un nuevo modo de juego en tu edificio “Coliseo del Sol Perdido”:

  Batalla campal: Dos héroes pueden elegir dos tipos de unidades súbdito y competir en el coliseo derrotando a los monstruos neutrales que encuentren, que les repartirán objetos y experiencia. El héroe con más recursos (y pericia) podrá derrotar al otro, adjudicándose su experiencia y destruyendo su base para ganar la partida.

  Tiempo de enfriamiento por partida: Dos días.

  ?Ahora sí se ponen divertidas las cosas?, pensó Leye, mientras seguía admirando los músculos fornidos del guerrero jaguar arrodillado ante él.

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