El ni?o abrió los ojos, y lo primero que vio fue el cielo ardiendo en una espiral verde.
Pronto supo que solo era una peque?a alucinación causada por el trauma de que aquello volviera a sucederle, otra vez.
Era su segunda vez volviendo a la vida en este cuerpo, y él lo sabía muy bien. No podía tomar medidas precipitadas de nuevo o la mujer de cabello rojo se enfadaría incluso más de lo que estaba hace tan solo unos minutos.
"Mierda... Volví a perder más u?as", murmuró al aire mientras se incorporaba, sentándose en el suelo de hierbas altas, con sus mechones rubios y mojados cayéndole hasta los hombros.
"?Y ahora para dónde voy? No quiero tener que volver con esa familia de locos..."
Miró hacia sus peque?os pies; la falta de u?as lo abrumaba, pero el seguir notando que tenía partículas mágicas a su alrededor le dio un nuevo aire.
Se levantó, volviendo a ajustar el nudo de las hojas que utilizaba en sus pies para que no se le da?aran. Agarró uno de sus mechones de pelo con una mano y chupó con fervor la punta, absorbiendo la poca agua.
Tan solo un instante pasó hasta que la piel donde residían sus u?as del pie derecho se regenerara del todo, borrando la marca del arrebato.
"?Tal vez debo aceptar lo que me propuso ese hombre? Que sea tan alto y peludo me hizo dudar de él en su momento, pero si dice que usará su magia para cuidar de mí si yo cumplo con lo que pide, entonces podría ser una buena opción".
Esbozó una sonrisa a medias, sin estar satisfecho del todo.
"Solo tengo que encontrar a esa mujer y ya. No es muy difícil, ?no? Si dice que se ve muy parecida a él, con ese blanco... Aunque bueno, yo todavía tengo pendiente encontrarme con..."
Su sonrisa se formó del todo cuando recordó sus rostros, y así fue como retomó fuerzas para comenzar a avanzar de vuelta al hogar de sus padres, sabiendo que la ma?ana siguiente podría ser la última vez que los viera.
Sin embargo, él sabía que tampoco sería muy conveniente separarse de ellos en este mundo tan difícil; ya lo había vivido recientemente.
El ni?o todavía estaba aprendiendo a jugar este juego cruel, y tenía esperanza de que le fuera bien.
***
"?Qué esperas para responderme? ?Con quién más has hecho un pacto de no agresión?"
Me quedé helado, con la mano apoyada en la puerta. Mi corazón latía como loco, y por un segundo no pude procesar lo que estaba pasando. Había vuelto. El tiempo había vuelto atrás otra vez. Pero no era Lucía esta vez. No era yo. Era alguien más, alguien reencarnado, alguien en alguna parte de este maldito mundo que había muerto y había hecho que todo se rebobinara.
?Será el mismo de aquella vez?
Mierda. Mierda, mierda.
Respiré hondo, intentando calmarme y pensar qué responderle. Pyra seguía mirándome, esperando una respuesta, pero mi cabeza estaba en otro lado. ?Por qué ahora, justo cuando estábamos a punto de irnos? Y lo peor de todo: ?qué carajos cambiaba este nuevo escenario en nosotros? ?Realmente nos afectaba en algo?
"?Luciano?" Insistió, frunciendo el ce?o ahora, con un tono que empezaba a sonar impaciente.
"?Qué te sucede? ?Por qué te quedaste como idiota? No me digas que ya te arrepentiste".
Negué con la cabeza rápido, forzando una sonrisa que seguro se veía más tensa de lo que quería.
"No, no, nada de eso. Es solo que... me acordé de algo. Y respondiendo a tu pregunta, hice el pacto con Mirella y Forn, como te dije. Nadie más".
"?Eh? Pero si nunca me dijiste algo así".
"A-Ah..." Murmuré, soltando una risa corta.
"Debo haberlo imaginado, entonces".
Maldición, mezclé las cosas.
"?Y Aya? ?Qué pasa con esa se?orita? No me digas que no pensaste en ella".
?Los pájaros rojos y Lucía!
Di un paso atrás, todavía con la mano en la puerta, listo para abrirla y salir corriendo. Pero entonces me frené en seco.
Mierda, no. Por ahí van a venir Mirella y Aya en cualquier momento. Si abro la puerta ahora, me puedo topar con ellas de frente, y no tengo tiempo para lidiar con los celos de Mirella o las preguntas de Aya. No ahora.
Pyra alzó una ceja, dando un paso hacia mí, con ese calor sutil que siempre parecía emanar de ella cuando se ponía en modo desafío.
"?Qué haces? Te noto más raro de lo normal".
"No estoy raro, solo... necesito aire fresco", improvisé, caminando rápido hacia la ventana de la pared opuesta a nosotros, y el sonido de las olas me llamó como si fuera una promesa de escape.
Sin pensarlo dos veces, me subí al marco de la ventana, sintiendo la madera caliente bajo mis manos.
"?Qué? ?En serio te irás por ahí? ?Por qué?"
No me quedé a responderle, directamente salté.
El impacto me hizo tambalear un segundo antes de echar a correr. La playa se extendía delante de mí, con el agua brillando a la izquierda y el bosque a la derecha. Por un instante, sentí una sensación extra?a, como si correr fuera lo único que importaba. Pero no era solo correr. Era encontrar a Lucía. Era asegurarme de que estaba bien, de que ella también entendía lo que estaba pasando.
Mis ojos barrieron la playa mientras avanzaba, buscando esa figura peque?a con ropa roja. ?Dónde estás, mami? Vamos, tenés que estar por acá. El retroceso no podía haber cambiado tanto, ?no? Los pájaros rojos tenían que aparecer otra vez, y si ella los había visto en el bucle anterior, seguro que ahora estaba buscándome para hablar de ello.
Y entonces la vi.
A lo lejos, corriendo hacia mí desde el borde del bosque, con el cabello casta?o volándole en la cara. Sus brazos se agitaban sobre su cabeza, y su voz llegó antes que ella, aguda y urgente.
"?Hijo...! Hijo, ?los pájaros!"
La callé llevándome un dedo a la boca, y ella entendió de inmediato que no debía llamarme de ese modo a los gritos, tapándose la boca.
Nos encontramos a mitad de camino, chocando con tanta fuerza que casi nos caemos los dos. Ella se agarró de mi remera, jadeando.
"?Los pájaros, Luciano! ?Deben estar por venir otra vez!" Gritó, todavía sin soltarme, se?alando con una mano hacia el horizonte, donde el mar se perdía en el cielo.
"?Tienen que ser rojos, como te dije! Van a pasar por acá viniendo desde el bosque. ?Van a venir ya!"
"Esperate un momento. Hay que tranquilizarnos primero", comencé diciendo, tomando un poco de aire.
"Vos te acordás de todo, ?no? No sé quién carajos habrá muerto justo antes de salir".
"Sí, me acuerdo de todo lo que pasó, pero ?qué vamos a hacer con los pájaros? ?Yo diría que tenemos que intentar verlos de cerca! ?Tenemos que saber si significan algo!"
"?Verlos de cerca? ?Estás segura?" Pregunté, aunque en el fondo ya sabía la respuesta.
Ella asintió rápido, con el pelo pegándosele a la frente por el sudor.
"Está bien, mami, vamos a verlos antes de que venga Tariq", respondí por lo bajo.
"Hey, esperá... ?Y tu sombrero?"
"?Mi sombrero?"
Me llevé la mano a la cabeza, notando solo mi cabeza calva.
"No importa. Se me debe haber caído cuando salí de casa... por la ventana".
"Ahhh..."
Miré a mi alrededor, buscando algo que nos diera ventaja. La playa era plana, y desde el suelo no íbamos a ver mucho si los pájaros volaban alto en un principio, como ella decía. Necesitábamos altura, y rápido.
Puse una mano en la arena, sintiendo los granos calientes bajo mi palma, y dejé que mi magia fluyera. Era como conectar un cable a la tierra misma, sintiendo las partículas mágicas vibrando a mi alrededor, listas para obedecerme, como siempre lo hacían.
"Agarrate de mí, Lucía. Vamos a subir".
"?Subir con tu magia?" Preguntó, pero ya se estaba colgando de mi brazo, confiada como siempre.
Cerré los ojos un segundo, visualizando lo que quería. No una casa, no una carreta, sino algo simple, algo rápido. Una plataforma, un pilar, algo que nos elevara lo suficiente para ver mejor. La arena tembló bajo mi mano, y la tierra respondió, crujiendo mientras un bloque formado por diferentes materiales empezaba a desprenderse, subiendo desde el suelo. Era arriesgado, porque nunca había intentado hacer algo tan alto y estrecho que nos transportara hacia arriba, pero no había otra opción.
"?Sostenete fuerte!"
Mi mamá soltó un gritito, pero no de miedo, sino de emoción, aferrándose más a mi brazo. La piedra seguía subiendo, unos cuatro o cinco metros, hasta que la detuve con un crujido final.
"?Cuidado, hijo, no te caigas!"
A pesar de lo que decía, ella misma estaba inclinándose hacia adelante, buscando en el cielo con los ojos bien abiertos.
"Tranquila, mami, no me voy a caer. Vos mejor andá pensando en una excusa para tus u?as, porque si Rundia te ve los pies de nuevo, nos va a hacer un interrogatorio".
El viento nos pegaba de frente, fresco, y por un segundo me sentí más vivo que nunca.
"?Ya se me va a ocurrir algo!" Exclamó, riéndose un poco, aunque su voz seguía tensa.
"?Mirá, ahí vienen!"
"?En serio?"
Seguí su dedo y los vi. Desde arriba del bosque, justo como ella había dicho, una nube de puntos rojos venía disparada hacia nosotros. Eran pájaros, varios de ellos, moviéndose como si fueran un solo cuerpo, un río de plumas rojas que brillaban bajo el sol. Volaban rápido.
Eran hermosos, más de lo que esperaba, con alas largas y colas negras.
"?Son ellos!"
Me agarró del brazo con tanta fuerza que casi me hace perder el equilibrio.
"?Son los mismos, míralos!"
No podía dejar de verlos. Había algo hipnótico en su movimiento, en la forma en que se deslizaban sin esfuerzo, como si supieran exactamente a dónde iban. Nunca había visto nada así en esta isla, ni en mis diez a?os acá, ni en mi vida anterior en Argentina. Era como si el mundo entero se hubiera abierto de golpe, mostrándome un pedazo de lo que había más allá de este lugar olvidado.
"Sí, son hermosos. Muy hermosos".
Esto tiene que ser una se?al. No puede ser casualidad. Primero mi pelo rojo, ahora estos pájaros rojos, justo cuando estamos a punto de irnos. Sariah, siempre vos, ?no? Te quiero tanto...
"Sariah..."
No pude evitar murmurar al aire, tan bajo que solo el viento pudo oírme.
"Si esto es una se?al, te doy las gracias. No sé a dónde nos estás llevando, pero voy a seguirte. Vamos a ir a donde nos digas".
Mi mamá me miró de reojo, como si hubiera escuchado algo, pero no dijo nada. Solo siguió mirando los pájaros, con una sonrisa que mezclaba maravilla y alivio. Los pájaros seguían su danza, ahora pasando por encima de nosotros.
De repente, algo peque?o y ligero cayó desde el cielo, moviéndose suavemente de un lado para el otro, llegando directo hacia mí. Parpadeé, confundido, y estiré la mano por instinto. Una pluma roja, fina y perfecta se posó en mi palma como si hubiera elegido ese lugar para descansar. La sostuve con cuidado, girándola entre los dedos y viendo que tenía una forma similar a la de un rombo. Era suave, casi irreal, de un hermoso color rojo. La miré fijo, sintiendo un nudo raro en el pecho. No era solo una pluma. Era un mensaje, una pieza de este rompecabezas que Sariah estaba armando para mí.
"Mirá esto", dije, sin apartar los ojos de la pluma.
Lucía se inclinó hacia mi mano, con los ojos bien abiertos y esa pesta?a roja destacando contra su piel.
"Es hermosa, Lucianito. ?Te la vas a quedar?"
"Sí, claro", respondí, con una sonrisa que no pude contener.
"Esto no se tira".
Cerré la mano con cuidado, asegurándome de no aplastar demasiado la pluma, y miré hacia abajo. La plataforma que había levantado seguía firme, pero ya era hora de bajar. Los pájaros estaban empezando a desvanecerse en el horizonte, y no quería quedarme atrapado en esta columna improvisada más tiempo del necesario. Además, algo me decía que no iba a estar solo cuando llegara al suelo...
De hecho, alguien de cabello rojo ya nos estaba esperando.
If you spot this story on Amazon, know that it has been stolen. Report the violation.
"Agarrate bien. Vamos para abajo".
Lucía asintió, volviendo a engancharse de mi brazo como si fuera su salvavidas. Puse la mano libre en el suelo y dejé que la magia deshiciera lo que había creado. La plataforma crujió, tembló un poco y empezó a desmoronarse despacio, como si la tierra misma estuviera tragándosela. Bajamos en un descenso controlado, con la arena acercándose cada vez más, hasta que mis pies tocaron el suelo.
Lucía me soltó el brazo, pero no se apartó. Sus ojos seguían fijos en el horizonte, como si quisiera grabarse cada detalle de lo que acabábamos de ver.
Lo único malo es que la arena quedó compactada. Supongo que podemos echarle un poco más por encima después.
Como lo había visto desde arriba, Pyra estaba parada a unos pasos, con mi sombrero de hojas entre las manos y esa cara de fastidio que siempre ponía cuando quería hacerme sentir como un idiota. Sus cuernos morados parecían más afilados que nunca, pero en sus ojos, esos ojos rojos que normalmente escupían arrogancia, había algo más. Un destello, apenas visible, que me decía que ella también había visto los pájaros. No iba a admitirlo, claro, porque Pyra nunca admitía por su cuenta nada que no la pusiera en el centro del universo, aunque ese brillo no mentía.
"?Qué idioteces estás haciendo ahora, humano?" Preguntó, alzando una ceja y sosteniendo el sombrero como si fuera una prueba de mi crimen.
"Primero te tiras por la ventana como loco, y ahora te subes a... ?Qué era esa cosa?"
"Es tan solo una plataforma hecha con mi magia, Pyra. Y la hice para ver mejor los pájaros. Los viste, ?no? Imposible que no".
Ella bufó, cruzándose de brazos y girando la cabeza hacia un lado, como si mi pregunta la ofendiera.
"No sé de qué hablas. Estaba ocupada trayendo tu sombrero, que dejaste tirado como si nada. Deberías agradecerme, humano".
"Sí, muchas gracias", contesté, estirando la mano para tomarlo.
Pyra me lo pasó con un movimiento rápido, casi tirándomelo, y yo lo agarré antes de que cayera a la arena. Lo miré un segundo, sintiendo el peso de las hojas trenzadas, y luego abrí la otra mano, donde seguía la pluma roja. Sin pensarlo mucho, pasé el extremo duro de arriba hacia abajo y até la pluma al sombrero, como un trofeo de este momento.
Se veía muy lindo. De hecho, creo haber visto fotos de sombreros de este estilo, aunque no sé muy bien en qué ámbito se usaban.
"No te queda nada mal... Pero no es tan impresionante como mi cabello", soltó ella de repente, mirando hacia el horizonte.
Parpadeé, sorprendido, y una sonrisa se me escapó. ?Eso era lo más cerca que iba a estar Pyra de un cumplido? Miré la pluma, luego a ella, y me puse el sombrero, ajustándolo para que tapara mi cabeza pelada y un poco la falta de cejas.
"Gracias, Pyra. Aunque, si querés, algún día puedo hacerte un sombrero con plumas para que combine con tu pelo".
Ella giró la cabeza de golpe, con los ojos entrecerrados, pero la comisura de su boca se curvó en una sonrisa que no pudo disimular del todo.
"No necesito tus cosas tontas, Luciano. Mi cuerpo ya es perfecto y muy hermoso".
"Claro, claro", murmuré, todavía sonriendo, mientras Lucía se reía bajito a mi lado.
Al menos dijo mi nombre, ?no? Tan molesta no estaba.
El momento se rompió cuando escuché voces de dos mujeres acercándose desde la casa.
Carajo, ahora tengo que enfocarme en las cosas importantes... Supongo que lo del pacto quedará flotando en el aire hasta que alguno de los dos toque el tema.
***
Dos barreras abiertas ubicadas de forma oblicua y dos barreras que le seguían en forma horizontal. Así había empezado Aya a usar su magia para que diéramos inicio a la expedición con el objetivo de encontrar nuevas tierras en las que podamos asentarnos y conocer más sobre este mundo.
Ella giró la cabeza apenas, con una de sus colas dando un golpecito suave contra la arena.
"?Preparados? Las barreras están puestas y más fuertes que nunca. Podemos empezar a movernos".
"Nosotros estamos listos para llevar esta carreta", dijo Rin.
Miré a Lucía, que me apretó la mano con más fuerza, y luego a los demás. Tariq, Yume, Tarún y Kiran estaban a unos metros, viéndonos desde la playa. Fufi también estaba ahí, sentado en la arena como si entendiera lo que pasaba. Todo sucedía igual que antes de que el tiempo volviera atrás.
Levanté una mano para despedirme, y Tariq respondió con el mismo gesto, mientras Yume sonreía débilmente. Tarún solo nos miró y Kiran agitó los brazos como si quisiera venirse con nosotros.
"Chau, chicos", murmuré, más para mí que para ellos.
"?Comenzaré a avanzar! ?Síganme!"
El primer paso sobre la barrera fue raro. El suelo verde brillaba bajo mis pies, sólido, pero con una textura que no era ni piedra ni madera; era más como si estuviera pisando un sue?o.
Miré hacia abajo, al agua que se movía apenas a centímetros mientras nosotros subíamos de altura, y sentí un nudo en el estómago. Estábamos caminando sobre el maldito océano, y aunque confiaba en Aya, la idea de que esto se rompiera y nos tragara a todos no se iba a ir de mi cabeza.
Lucía dio un saltito a mi lado, agarrada de mi mano, y soltó una risita que pareció nerviosa.
"Es como caminar en el aire".
"Sí, algo así... También pareciera que fuéramos sobre vidrio. Pero igual, tranqui, no lo pienses mucho o te vas a caer y no quiero ir a pescarte".
Ella se rio, tapándose la boca con la mano libre, y por un segundo me olvidé de todo lo demás. Solo éramos nosotros dos, riendo como tontos mientras caminábamos sobre el mar. Pero entonces, un zumbido familiar me sacó de ese momento. Mirella, como era de esperar, ya estaba pegada a mí, flotando a la altura de mi hombro izquierdo. Sus alas brillaban bajo el sol, moviéndose tan rápido que apenas las veía, y su vestido celeste ondeaba como si quisiera presumir. Estaba tan cerca que sentía el calor de su cuerpito, y su pelo rubio me rozó la mejilla cuando se inclinó para hablar.
"Luciano, ?has visto qué lindo es esto? ?Estamos volando, pero sin volar! Bueno, yo sí vuelo, pero tú no, así que es como si yo te estuviera llevando, ?no?"
Sonreí, aunque no pude evitar rodar los ojos.
"Sí, Mirella, sos mi hada salvadora, como siempre. Pero no te pegues tanto, que me vas a tirar con tus alas".
"?Nunca te tiraría! Soy súper cuidadosa", dijo, pero en vez de alejarse, se acercó más, apoyando sus manitas en mi hombro.
"Además, alguien tiene que cuidarte, ?no? Sobre todo ahora que tienes el pelo rojo... ?No quiero que alguien te confunda con Pyra!"
"Sí, sí, no te preocupes tanto que yo estoy bien", respondí, aunque su comentario me hizo mirar a Pyra, que iba unos pasos delante de nosotros.
Ella estaba... ?Tensa? Sus hombros estaban rígidos, y su cabeza estaba apuntando hacia abajo, mirando el agua que se deformaba por la barrera traslúcida. Cada tanto, sus manos se apretaban contra los costados de su short rojo, como si quisiera asegurarse de que no iba a caer, y sus pasos eran más cortos de lo normal. No era un secreto que odiaba el agua. Ya sabíamos que le dejaba marcas en la piel, que la hacía sentir mal y, aunque a veces exageraba para hacerse la víctima, ahora no parecía estar actuando.
"Pyra, ?estás bien?" Pregunté con tono serio, para que no hubiera malentendidos.
Ella me fulminó con la mirada al girarse, como si mi pregunta fuera un insulto personal.
"?Bien? ?Claro que estoy bien, humano! Soy Pyra, la guardiana de la isla, no una débil que se asusta por un poco de agua".
"?Eh? ?Asustarse por el agua? Si yo no dije nada de eso".
"?N-No quise decir eso!"
Pyra se trabó de golpe, con las mejillas encendidas como si su propia magia de fuego se le hubiera subido a la cara. Giró la cabeza rápido hacia delante, cruzándose de brazos con brusquedad.
"?Solo...! ?Solo estoy asegurándome de que esta barrera ridícula no se rompa, eso es todo! No es que me importe el agua ni nada por el estilo, ?entiendes?"
"Ah, pero qué considerado de tu parte. No por nada fuiste la guardiana de la isla todo este tiempo", respondí, apurando un poco el paso para no estar hablando de tan lejos.
"No te confundas, yo... Yo siempre voy a ser la guardiana de la isla".
"Claro, claro, la gran guardiana", dije, ahora sin poder evitar el tono burlón.
"Solo preguntaba porque te veía un poco... tensa. No queremos que te pase nada en medio del agua, ?no?"
"?No me va a pasar nada! ?Y no te burles de mí, humano, o te juro que...!"
No terminó la frase porque tambaleó por girar tanto la cabeza y terminó dando un saltito hacia Aya, que iba adelante liderando el grupo. No sé si fue instinto o puro pánico, pero Pyra se acercó tanto que su mano derecha terminó agarrando la manga del yukata blanco, apretándola como si fuera su salvavidas.
Aya, que hasta ese momento había estado concentrada en mantener las barreras y quitar las que ya habíamos cruzado, bajó la mirada hacia la mano de Pyra y luego la levantó hacia su cara, con una ceja alzada.
"?Pyra? ?Necesitas algo?"
La colorada se congeló, dándose cuenta de lo que había hecho. Soltó la manga como si quemara, retrocediendo un paso y cruzándose de brazos para disimular. Su cara se puso roja, y no del sol, sino de pura vergüenza.
"?N-No necesito nada! Solo... solo me tropecé, eso es todo. ?No te hagas ideas raras!"
Aya no respondió, solo enderezó la mirada y siguió caminando, metiendo rápidamente una mano en el balde de agua para recargar partículas.
Pyra, por su parte, se quedó atrás de ella, murmurando algo entre dientes y mirando al suelo, claramente mortificada.
Me reí por lo bajo, y Mirella, que no se perdía una, soltó una risita aguda desde mi hombro.
"?Ja! ?Viste eso, Luciano? ?La gran Pyra agarrándose de Aya como si fuera su mamá! ?Qué vergüenza!"
No valía la pena seguirle el juego a Mirella.
Mientras seguíamos avanzando, mis oídos captaron voces desde mi izquierda, en la barrera que iba paralela a la nuestra. Allí vi a Rin y Rundia empujando la carreta con esfuerzo. A su lado caminaban en fila los doce gnomos, con sus sombreros rojos balanceándose al ritmo de sus pasos cortos. Forn iba delante de ellos, con su capa roja ondeando y sus anillos brillando en las manos.
"?No necesitan ayuda para llevar eso?" Le preguntó Forn a mis padres.
Rin, que iba con el pelo negro pegado a la frente por el sudor, negó con la cabeza sin dejar de empujar.
"?No hace falta ahora, Forn! ?Recién empezamos, no podemos aflojar!"
Rundia, a su lado, empujaba con la misma fuerza, aunque su respiración se notaba más pesada.
"?Sí... estamos bien! ?Pero gracias igual, Forn!"
Se notaba que estaba poniendo todo de sí para no quedarse atrás.
Forn asintió, sin dejar de caminar a la altura de la única rueda delantera, seguro que listo para saltar a ayudar si se lo pedían. Los otros gnomos, por su parte, seguían en su mundo mientras llevaban hojas peque?as entre sus manos, algunos murmurando cosas entre ellos, otros mirando el agua como si esperaran que un monstruo saliera a comérselos. No pude evitar sonreír. Eran personitas muy extra?as, pero tenerlos con nosotros me hacía sentir un poco más seguro y acompa?ado, aunque fueran un dolor de cabeza a veces.
A todo esto, Rundia lleva puesto el mismo sombrero que yo. Espero que no se nos vuele con el viento.
Y así seguimos como por dos horas seguidas, cuando decidimos hacer una pausa para descansar nuestros músculos y comer. Lo bueno era que unas cuantas nubes nos estaban tapando del sol.
Hasta ahora está siendo un viaje algo aburrido. Ni siquiera encontramos ningún animal que nos llamara la atención o algo así. Al menos tengo a Mirella y Lucía, que están hablando todo el tiempo conmigo.
Un cuarto de nuestras provisiones de comida se acabó en ese descanso. Por ahora no era preocupante, porque éramos muy pocos los que necesitábamos comer, y los gnomos ni siquiera lo hicieron, así que estarán bien.
Lo que más me preocupaba ahora era el cansancio físico de Rundia, que estaba acostada con los brazos estirados.
Me arrodillé a su lado.
"Mamá, voy a decirle a Pyra que te cambie de posición, así empuja ella".
"No, hijo... Yo sigo".
Se reincorporó rápidamente, sentándose con las piernas cruzadas y ajustándose el sombrero sobre la cabeza.
"En serio lo digo. Que ahora empuje ella hasta el siguiente descanso y vos seguís después".
Le agarré una mano, entrelazando los dedos con los míos.
"Acordate, mamá, somos un grupo unido que nos ayudamos entre sí. No hace falta que lo hagas todo vos sola".
Hasta Mirella, que estaba parada a mi lado, puso una mano en su hombro.
"Pero, hijo... Yo quiero ayudarlos".
"Ya nos ayudaste suficiente. Ahora solo caminá a mi lado y recuperá fuerzas para seguir esforzándote después".
Ella pareció dudarlo un momento, y hasta un ligero puchero se formó en sus labios.
"Está bien, hijo. Supongo que tienes razón... Por cierto, ?ya comiste?"
"Sí, comí dos manzanas. ?Y vos?"
"Comí de la carne que calentaron y también una papaya".
"?Sí, yo fui la que prendió la fogata!" Gritó Mirella.
"Gracias, Mirella. Siempre nos has estado ayudando", respondió Rundia, soltando mi mano para acariciarle un poco la cabeza.
"?Sí!"
"Ah, mamá. Quería decirte que no te preocupes mucho sobre lo de las cosas para Adán. Ya cuando lleguemos a un nuevo lugar y hagamos una casa, vamos a buscar esas cosas brillantes".
"Es una pena, sí... Pero como tú nos dijiste, es mejor para todos tener el agua que cura y hace crecer acelga y árboles. Después de todo, también es una bendición de Adán".
Le sonreí. Era bueno que lo haya entendido... a su forma.
"En un rato seguimos, así que mejor quedate descansando un rato más".
"Está bien, hijo. Ten cuidado de no caerte, ?sí?"
"Sí. Solo voy a hablar con Pyra".
Ella me devolvió la sonrisa y yo me levanté, caminando hacia la pelirroja, que estaba escuchando atentamente algo que Aya le decía. El sonido de las olas chocando entre sí a unos pocos metros bajo la barrera llenaba el aire, y cada paso que daba me hacía más consciente de lo extra?o que era estar caminando sobre el mar.
"?En serio vas a pedirle eso a la tonta?" Preguntó en voz baja Mirella.
"Sí. Hasta ahora no ha hecho nada, así que hay que ponerla a trabajar".
"Hmmm..."
"?Pasa algo?"
"Es que yo también podría hacerlo".
"Todavía sos peque?a para eso. Tenés que crecer más".
"?Entonces me voy a tomar toda el agua mágica de los baldes!"
Reí por lo bajo, aunque no sabía del todo si lo decía en serio o no.
"Pyra, Aya", dije al acercarme, levantando una mano para llamar su atención.
Antes de que alguna de las dos reaccionara, Mirella ya se había sentado en el hombro de Aya, dándole la espalda a la otra.
Pyra movió la cabeza lentamente, con esa expresión de fastidio que parecía su marca registrada. Sus ojos rojos me escanearon un segundo, como si estuviera decidiendo si valía la pena escucharme o no.
"?Qué quieres ahora, Luciano? ?Vienes a molestarme de nuevo?"
Aya, por su parte, solo inclinó la cabeza apenas, sin prestarle mucha atención al hada. No dijo nada, pero su mirada era tranquila, como era habitual, aunque noté un leve fruncimiento en su ce?o, como si algo la estuviera incomodando.
"Tranquila, Pyra, no vengo a pelear", respondí, manteniendo la voz calmada.
"Quería pedirte un favor. Mi mamá está agotada de empujar la carreta, y necesito que alguien más fuerte la reemplace un rato. ?Podrías ayudar con eso? Solo si creés que podés hacerlo, claro".
Pyra alzó una ceja, cruzándose de brazos con una sonrisa torcida que me dejaba claro a dónde iba esto.
"?Ayudar con la cosa esa? ?Yo? Ja, obvio que lo haré, humano. Soy la más fuerte aquí, así que esa cosa no va a ser problema para alguien como yo".
Solté un suspiro interno de alivio, aunque no dejé que se notara. Con Pyra, siempre había que jugar un poco con su ego para que cooperara sin hacer un drama mayor.
"Perfecto, entonces está decidido. Vas a ir con Rin y los gnomos a la otra barrera y empujar la carreta. Gracias".
"Obviamente que ya vi lo que hay que hacer. No hacía falta que me lo dijeras".
"Sí, sí, está bien. Te agradezco".
No hay con qué darle, eh... Se pone así de odiosa porque sabe que cuando hay varias personas no le voy a decir nada, pero los dos sabemos que cuando la agarro solita, se le da vuelta la tortilla.
Mi mirada ahora se dirigió a la zorro místico.
"Aya, ?vos estás bien?" Pregunté, bajando un poco la voz para que sonara más personal.
"Hacer tantas barreras para cruzar el mar no debe ser fácil. ?No te duele la cabeza o algo así? ?No estás cansada?"
Ella parpadeó rápido, como si mi pregunta la hubiera tomado por sorpresa, y luego esbozó una sonrisa peque?a.
"Estoy bien, Luciano. No ha cambiado nada desde que empezamos a caminar. Mi magia está bien y las barreras son fuertes. No tienes que preocuparte por mí".
"?Segura? Porque si necesitas un descanso o algo, podemos parar un poco más. No quiero que te exijas de más".
"Sí, segura. Tú solo preocúpate por mantener al grupo unido".
"?Claro que Luciano lo hará!" Gritó Mirella con un poco de fastidio, aunque no creo que ese enojo haya estado dirigido a Aya.
"Sí, chicas, tranquilas", dije, poniendo las manos en alto.
"Vamos a estar todos bien. Yo me encargaré de eso".
Aya asintió suavemente, y Pyra se marchó sin decir nada más. Por mi parte, me permití mirar hacia atrás, al camino por el que habíamos venido, el que ahora ya no existía al haber quitado la mayoría de barreras.
A lo lejos la isla se veía peque?ita, como una marca en el horizonte.
Pensar que todos estos a?os estuve encadenado a ese trozo de tierra... Pero tampoco es que se puedan olvidar o borrar solo por irnos lejos.
Por suerte decidí que tenía que hacer algo por mí, porque no podía cumplir mi objetivo en ese lugar. Yo lo que necesito es gente, verme rodeado de gente, en un lugar diferente. Solo así podré empezar a vivir, por fin.
Se podría decir que a partir de ahora voy a estrenar nueva vida, sin que nada me limite, sin que nadie me prohíba.