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Capítulo extra: La madre de la familia.

  Mi nombre es Rundia.

  Nací y crecí en una cueva junto a mis dos padres: Ayla y Harlan. Siempre pensé que el peque?o lugar que conocía era todo lo que había, porque era despistada e ingenua, pero una buena ni?a... Hasta que mis padres decidieron echarme de sus vidas porque ya no me querían ver más cuando les desobedecí.

  Podría decir que todo comenzó aquella vez que un ni?o apareció en la entrada de mi cueva. Hasta este momento sigo recordando perfectamente lo que sucedió y cómo se veía: tenía el pelo negro despeinado y muy sucio, lleno de barro, al igual que su piel y ropa. Mis padres no estaban en ese momento, así que solo hice lo que me repetían mis padres: alejarme de los desconocidos. Pero el irme al fondo de la cueva no fue suficiente, porque él me siguió, diciendo que estaba muy hambriento y que quería comida. El ni?o sabía muy bien que mis padres eran muy buenos consiguiendo alimento.

  No pude negarme; le dije que tomara lo que quisiera, que se fuera y no volviera o mis padres me iban a retar. Tal vez me pareció fácil el dejarle que se llevara la carne y frutas que habían recolectado mis padres, porque en mi hogar nunca faltó comida, ni una vez, y eso es algo que sí me alegra haber vivido.

  Y entonces, ese ni?o volvió a mi cueva, una y otra vez. Parecía que ya sabía el momento exacto en el que podía venir sin que Ayla y Harlan estuvieran para llevarse mi comida, hasta que un día me cansé y le grité que no quería volver a verlo, que ya no quería mentirles a mis padres sobre qué pasaba con lo que ellos recolectaban. Le dejé muy en claro que, si él quería comer, se buscara su propia comida.

  Nunca había gritado tanto en mi vida, y el ni?o pareció comprender lo que yo le estaba diciendo, ya que esa vez me preguntó cómo me llamaba, y cuando yo le dije mi nombre, él se presentó como Rin, diciendo que no iba a hacerme caso.

  Sin embargo, pasó mucho tiempo hasta que volvimos a encontrarnos, aunque esa vez fue diferente a las demás. él traía entre sus manos muchas manzanas, diciendo que había aprendido a subirse a los árboles, que al final era más fácil de lo que pensaba. Esta vez no le grité, pero tampoco supe qué contestarle, pues solo conocía el recorrido hacia el arroyo para ba?arme junto a mis padres y nada más.

  él simplemente las dejó ahí, en el suelo, y se fue corriendo. Mucho tiempo después le pregunté por qué lo hizo, y me respondió que se había sentido mal por mí, que me las estaba regalando.

  Sus visitas no quedaron ahí, obviamente. Rin comenzó a pedirme que sea su amiga, luego que lo acompa?ara a recolectar frutas, después que me ba?ara con él en el arroyo y así muchas cosas más.

  No sé por qué, pero yo siempre terminaba aceptando todo lo que él me decía. Creo que era porque me sentía feliz a su lado. Me sentía alegre de tener una nueva persona con la que pudiera hablar y divertirme.

  Todo iba bien hasta que mis padres nos descubrieron mientras Rin me ense?aba a trepar los árboles. No recuerdo bien qué me dijeron, aunque creo que no se enojaron tanto como para hacerme llorar.

  De todos modos, no me importó que me dijeran que no lo podía ver más, y así fue como nos hicimos pareja en secreto. Yo ya sabía que amaba a Rin, y terminé quedando embarazada.

  No me arrepiento de nada de lo que hice, porque gracias a eso ahora tengo una familia hermosa.

  ***

  Ahora mismo me encuentro junto a Rin yendo a buscar el agua del arroyo que nuestro hijo nos pidió que le llevemos. No sé por qué era tan importante justo antes de irnos, pero él insistió, y yo no soy de las que dicen que no cuando él pide algo con esa urgencia.

  Caminaba al lado de Rin, con el balde de madera chocándome contra mi pierna a cada paso. él iba adelante, con su balde en una mano y la lanza de piedra y madera en la otra, mirando el camino como si esperara que algo saltara de los árboles.

  Mi querido hijo nos dijo que los llenáramos con esta extra?a agua que para mí se ve igual a la de la playa, pero todos sabemos que tiene ese poder especial de curar nuestras heridas cuando la tomamos y es parte de la bendición de Adán para las plantas. Me alegra que todos estemos sanos gracias a beberla y que también siempre tengamos para comer acelga. Es rica, y la forma en la que hay que cocinarla me llama mucho la atención. Luciano dice que esa forma se llama 'hervir agua', aunque no entiendo cómo lo descubrió.

  Pensé más en Luciano mientras caminábamos, en cómo estaría ahora con eso de su pelo. Cuando se sacó el sombrero y nos mostró esa cabeza casi sin nada, me asusté mucho. Fue horrible verlo sin pelo, sin cejas, con solo esos dos pelos rojos colgando como si no fueran parte de él. Dijo que todo era culpa de eso que llama maldición y que ahora ya no la tenía, que Lucía lo ayudó a sacársela. No entendí todo lo que nos contó, pero su voz sonaba segura de que no mentía, como siempre, y eso me tranquilizó un poco.

  Aun así, no podía dejar de preguntarme si estará bien así, tan diferente. Siempre ha sido un poco distante conmigo, no sé si porque hay algo que no le gusta de mí como su madre o porque los chicos son así. Anya me decía que Luciano no es como Tarún, que se comporta diferente, no solo por cómo habla, sino por su cuerpo. Yo sé que se refería a ese pelo rojo que siempre tuvo, y que luego se le apareció otro, y que no tiene u?as en los pies. Mi hijo dijo que las perdió peleando con los hombres pájaro, pero yo nunca le creí del todo. ?Cómo se pierden las u?as así? No tiene sentido. Pero no le digo nada, porque Luciano es mi ni?o y es especial. Piensa cosas que nadie entiende y hace cosas que nadie más hace, como este balde que llevo en la mano. él lo llamó así, y ahora todos lo usamos. No cuestiono la mayoría de las cosas que hace, porque confío en él. Siempre termino confiando.

  "?Estás pensando en Luciano otra vez?" Preguntó Rin de repente, girando la cabeza para mirarme sin parar de caminar.

  Me sobresalté un poco, y el balde se me tambaleó en la mano.

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  "?Eh? ?Cómo sabes?"

  "Por tu cara", respondió él, levantando de hombros.

  "Siempre pones esa mirada cuando piensas en nuestros hijos. Como si te preocupara algo".

  Bajé la vista un momento, mirando la tierra bajo mis pies, y suspiré.

  "Sí, supongo. Cuando nos mostró lo de que no tenía cabello, me quedé pensando en si estará bien. Dijo que ya no tiene eso de la maldición, pero... no sé, amor. Se ve tan raro sin pelo, y esa historia de Lucía ayudándolo... No entendí mucho".

  Rin asintió, ajustando la lanza en su hombro.

  "Yo tampoco entendí todo. Pero si dice que está bien, hay que pensar que estará bien. Luciano suele tener razón casi siempre, aunque a veces no se explique bien".

  "?Tú crees?"

  Lo miré de reojo mientras seguíamos caminando.

  "Es raro, sí, con sus palabras y sus ideas. Pero mira lo que hizo con la casa, con las plantas, con todo. Yo ya aprendí a entenderlo mejor".

  Me quedé callada un rato, pensando en eso. Llegamos al arroyo y nos agachamos en la orilla, poniendo los baldes en el suelo. El agua corría clara, fresca, pero para mí no tenía nada diferente a la de la playa. De todas formas, lo metí y lo llené, viendo cómo se movía el agua dentro.

  Me pregunto si la idea de esta cosa de madera vendrá desde el momento en que él vio esa hoja que cargaba agua dentro... A mí me cuesta mucho imaginarme una segunda forma de usar algo, aunque ahora que lo veo de cerca, creo que podría ponerlo en mi cabeza, como el sombrero que llevo puesto.

  "?Por qué será tan importante esta agua?" Pregunté mientras sacaba el balde lleno y lo ponía a mi lado.

  Rin ya estaba llenando el suyo.

  "No sé. él dice que es mágica, y es obvio que tiene algo especial, pero yo no veo nada que la distinga de las aguas de otros lugares".

  "Yo tampoco veo nada", admití, mirando el balde como si le estuviera hablando a él.

  Rin murmuró algo que no entendí, aunque su tono parecía como si no estuviera del todo convencido. Terminó de llenar su balde y se puso de pie, limpiándose las manos en la ropa verde.

  "Bueno, ya está. Vamos para la casa así llenamos los otros dos que nos quedan".

  "Sí".

  Agarré el mío con las dos manos y me levanté, siguiendo a Rin por el camino de vuelta. El agua pesaba, moviéndose un poco con cada paso, y la madera me rozaba las piernas, pero no me quejé.

  "Amor".

  "?Qué pasa?"

  "?Crees que Lucía va a dejar de escaparse?"

  "No lo sé, pero ella ya nos prometió que iba a portarse bien... Aunque ni siquiera sabemos dónde vamos a vivir".

  "Supongo que Luciano hará otra casa, ?no?"

  "Puede ser".

  No sabía qué había más allá, y eso me ponía nerviosa, pero confiaba en mis dos hijos.

  "Amor, ?antes habías pensado en que del otro lado del agua puede haber más tierra para vivir?"

  "No, nunca había pensado en algo así. Tampoco sabía que todo nuestro lugar estaba rodeado de agua".

  "Yo tampoco, Luciano dijo que Mirella tuvo que volar muy alto para verlo".

  "Mirella es increíble, ?no? Puede hacer muchas cosas que nosotros no podemos".

  "Sí. Y si no fuera por ella, no nos hubiéramos salvado de ese oso".

  "Me acuerdo de que estaba muy asustado de que pasara algo malo".

  "Yo también..."

  Cuando llegamos cerca de la casa, vi a alguien en la entrada. Era Luciano, parado ahí, hablando con dos personas. También estaba Lucía mirando desde la ventana con una gran sonrisa. Entrecerré los ojos para ver mejor, y de golpe sentí un calor subiéndome por el pecho. Eran ellos: Harlan y Ayla, mis padres. Los reconocí al instante por cómo estaban parados: Harlan con los hombros rectos y esos pelos que tenía por todo el cuerpo, y Ayla a su lado, se?alando a mi hijo con un dedo y la otra mano apoyada en su cadera. Mi hijo nos miró y entró rápido a la casa, dejándolos ahí solos.

  "?Qué mierda hacen esos dos acá?" Murmuré.

  Rin se paró a mi lado, mirando lo mismo que yo.

  "?Tus padres? ?Qué querrán?"

  "No sé, pero no me gusta", respondí y empecé a caminar más rápido hacia ellos, con el agua cayéndose por los bordes y mojándome los pies.

  "??Qué hacen en mi casa?!" Les grité.

  Harlan me miró, con esos ojos duros que siempre me querían hacer sentir más chiquita.

  "Cállate la boca, maleducada. Venimos a hablar con tu hijo por insultarnos".

  "?Callarme la boca?" Repetí, con la voz temblándome de furia.

  "?Esta es mi casa, no la de ustedes! ?Váyanse de aquí!"

  Ayla dio un paso adelante, empujando a Harlan con el hombro y levantando las manos como si quisiera calmarme.

  "Rundia, por favor, escúchanos. Solo queremos..."

  "?No quiero escuchar nada!"

  Sin pensarlo dos veces, agarré el balde de agua bien fuerte y se lo tiré encima a Harlan con toda la fuerza que tenía. El agua lo empapó de la cabeza a los pies, chorreándole por la cara y la ropa de pieles, y él se quedó ahí, con los pu?os apretados.

  "??Qué hiciste, loca?!" Gritó en respuesta, sacudiéndose el agua.

  "?Eso por venir a molestar!"

  Me acerqué un poco más a él.

  "?No los quiero acá!"

  Rin se acercó despacio y me puso una mano en el hombro.

  "Tranquila, Rundia. No vale la pena pelear con ellos".

  Pero yo no podía calmarme. Los miré a los dos, a Harlan empapado y furioso, a Ayla que mantenía una extra?a calma que no pensé que vería en ella. Habían aparecido justo ahora que nos íbamos de este lugar, como si eso les permitiera volver a meterse en mi vida otra vez. No los necesitaba. No los quería. Y no iba a dejar que me trataran como si fuera una ni?a que no sabe defenderse.

  "?Hablen rápido y váyanse!" Dije, dando un paso más cerca, lista para agarrar el balde de Rin si hacía falta.

  Noté que Ayla le pellizcó el brazo a Harlan, aunque no pareció dolerle.

  "Rundia, nosotros... vinimos a decirte adiós".

  "Eso", agregó Harlan mientras intentaba quitarse el agua de los ojos con las manos.

  "?Adiós...?"

  "Ya sabemos que lo nuestro no va a volver a ser como antes", siguió ella, bajando las manos despacio.

  "Somos tus padres, y a pesar de que decidimos que te mantuvieras lejos de nosotros, nunca quisimos que te pase algo malo. Queremos que vivas una vida feliz, Rundia. Por eso vinimos a verte por última vez, antes de que te vayas con Luciano y los demás".

  Fruncí el ce?o al terminar de escucharla, pero por dentro me sentía rara. ?Querían que viviera feliz? ?Después de todo lo que hicieron? Me echaron de la cueva como si fuera la peor, me abandonaron cuando nuestra familia iba a crecer. Y ahora venían con esto, sin decir perdón, sin explicar nada.

  Lo peor de todo es que aun así, sabiendo que decían solo palabras bonitas que no sanaban nada, sentía que me estaba ablandando por dentro.

  "?D-Despedirse? Me echaron como la peor... ?Y ahora vienen a mi casa como si nada?" Contesté sin poder evitar que mi voz temblara.

  Ayla bajó la mirada, respiró hondo y me miró otra vez.

  "No fue fácil para nosotros tampoco. Pero eres nuestra hija. Siempre lo vas a ser. Solo queremos que estés bien, nada más que eso".

  No sé por qué, pero escuchar esas palabras hizo que los ojos se me llenaran de lágrimas que no quería que vieran. Por primera vez después de tanto tiempo, me hablaban como si les importara, como si no fuera solo alguien que no querían. Pero no podía dejar que me vieran débil, no después de todo. Me di la vuelta rápido, dándoles la espalda, y apreté los pu?os contra los costados de mi ropa.

  "Adiós. Váyanse... Y yo me voy a cuidar sola".

  No los miré. No quería ver sus caras, no quería saber si se iban a ir de verdad o si se quedarían ahí parados. Escuché pasos en la arena, lentos, y después nada. Silencio. Me quedé así, respirando fuerte, hasta que Rin me puso una mano en el hombro.

  "Ya se fueron", murmuró, apretándome un poco.

  No pude aguantar más; me tiré sobre el hombro de Rin y comencé a llorar desconsoladamente.

  "Tranquila, Rundia, tranquila… Ya está, ya pasó".

  Lucía y Luciano me observaban desde la ventana... ?Qué estarán pensando de mí?

  Lo siento, ni?os. Su madre nunca pudo darles una vida junto a sus abuelos...

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